"Llueve dulcemente,
Viene del jardín un suave olor a tierra mojada,
¿Dónde te has metido pobre sol?..."
Manolita recitaba en voz baja la poesía que la semana anterior había aprendido en la escuela. Afuera llovía y de puntillas ella asomaba sus ojos aceitunados por la ventana para ver como las nubes calaban el corral.
Los domingos en casa de los lineros eran días de tranquilidad y sosiego. Juan se dejaba ganar por el sueño tumbado en el sofá, fraguando el cocido de mediodía; su esposa Angelita le custodiaba a sus pies centrando la atención en los puntos de la lana y María enfurruñaba el gesto en silencio. Había planeado para esa tarde una reunión con sus amigas que fue desbaratada por decreto maternal. En realidad era la excusa para verse a escondidas con Pablo, su primer amor de adolescencia.
•- Por más que me mires no voy a cambiar de opinión. Así te puedes tirar todo el día - le dijo Angelita sin levantar la vista de las agujas.
Maniatado su último recurso se levantó del asiento evadiéndose hacia al último piso. A María le encantaba subir al ´doblao´ para husmear la matanza recién colgada. Aquel era un olor denso, marcado; tanto que podía sentir el regusto del tocino del jamón deslizándose por la garganta. A veces se detenía un momento de pie porque, si tenía suerte, podía presenciar como alguna gota colorada se precipitaba sobre el papel de periódico tendido en el suelo. "Cuando la veas caer pide un deseo y se cumplirá" Le contó su padre en una ocasión.
•- ¿Hay suerte?
María reconoció la voz de Juan a su espalda.
•- No papá y no es justo. Jesús sí puede salir y yo me tengo que quedar encerrada aquí. Él siempre hace lo que quiere.
•- Tú aún eres muy pequeña y tienes que obedecer a tu madre...- le respondió el Linero acariciando su blanca mejilla - Pero déjame que te pregunte algo: No tendrá algo que ver con el mocoso ese de Pablo...
María no contestó, no hizo falta, aquella antes nívea se volvió roja por la vergüenza. Juan se sonrió ampliamente y le regresó su encaro torcido.
•- Eres muy pequeña hija...
•- ¡Pequeña! ¡Ya estoy harta de que me digáis eso! Voy a cumplir quince años y además...- la chiquilla eludió de nuevo la visual y cruzó los brazos desesperada.
•- Además qué, anda sigue.
•- Yo le quiero papá - resolvió rotunda.
•- Vaya... ¿en serio? No tenía idea. Eso lo cambia todo, supongo.- Juan se rascó la coronilla y dijo de pronto: "Ven, quiero enseñarte algo".
Con paso decidido se echó mano al bolsillo, sacó un juego de llaves y abrió una pequeña portilla que estaba al fondo del cuarto. Esa daba a una angosta buhardilla que no superaba el metro de altura pero que se extendía por todo el bajo cubierta de la casa. En su interior se amontonaban cajas y baúles polvorientos cuyo contenido había sido olvidado por el paso del tiempo. Juan se encorvó para internarse y accionar la cadena de una bombilla que irradió una tenue luz amarillenta. Bajo ella una enorme tela negra cubría un bulto informe frente al que se detuvo un instante.
•- Ven, ayúdame - instó a la niña.
María se aproximó reticente, tenía la sensación de haberse adentrado en otro universo, uno que había sido despojado de la memoria e invadido por la oscuridad. Lenta se colocó tras su padre que ya descansaba de rodillas sobre el cemento. Éste le señaló con el índice para que lo rodeara y retirara la tela, ella obedeció descubriendo el misterio: Sobre el suelo se apilaban cajas metálicas circulares de color plateado, y al lado de ellas una máquina que María no acertó a identificar.
•- ¿Qué es? - preguntó curiosa
•- Es un proyector de cine. - respondió el Linero - Cuando era joven, antes de conocer a tu madre, viajaba por los pueblos proyectando películas.
•- ¿Películas?...Oh papá... ¿Ponemos una?
•- Lo siento cariño pero este viejo armatoste ya no funciona. ¿Ves esa caja de ahí?
De entre todas las cajas Juan señaló una que estaba abierta y vacía. María la tomó entre sus manos y la examinó con un vistazo rápido.
•- Pero esta no tiene nada dentro...
•- Es verdad, pero mira lo que pone en la chapa.
•- ...Casablanca...- María miró a su padre sin entender nada - ¿Qué es Casablanca papá?
•- Es la historia de un amor imposible. - Juan dirigió a su hija una mirada cómplice - Déjame que te cuente algo.
El Linero cogió a su hija de la mano, la sentó a su lado y le contó la historia de cómo fue la primera persona que dejó de ver el cine en blanco negro para descubrirlo en tonalidad de millones de colores.
Valdemorales, treinta años antes
"Se hace saber de parte del señor Alcalde que mañana sábado, víspera de nuestra fiesta de la Virgen del Rosario, se proyectará en la Plaza del Barbero la película que responde al título de Casablanca. Se recomienda a los asistentes que traigan sus propios asientos"
Valdemorales estaba en la semana de su día grande, el ayuntamiento había contratado los servicios cinematográficos de Juan el Linero y el olor a piñonate ya invadía sus calles. El viejo Ramón tocó la trompetilla para finalizar el bando y continuó cojeando tras su primera parada hecha en la Plaza de España. Luego rumbo a la Plaza de Castilla, la del Barbero y vuelta de nuevo al ayuntamiento. "Mierda de vida. Esta rodilla me está matando", se dijo. Hacía ya una semana que sufrió el golpe en persecución nocturna. Unos chiquillos díscolos le provocaron el tropiezo en clara deshora para el ajetreo. La de sereno era otra de sus ocupaciones funcionarias.
•- ¿Adora, has oído? Van a traer el cine.
La inquirida examinaba el pescado que acababa de llegar de Cáceres, la expresión rancia de su cara cambió el semblante de la dueña del ultramarino.
•- Está coleando mujer, no pongas esa cara de asco. Te estaba hablando, ¿o ya no escuchas?
•- Ya la he visto, - respondió sin apartar la vista de la merluza - cuando estaba en la capital iba todas las semanas al Coliseum...
Adora optó por cargar con la pescadilla, "no tiene muy buena pinta la merluza esa", manifestó. La verdad era que no tenía dinero para más. Desde que volviera a su pueblo natal había tenido que aprender a escatimar gastos. La muerte de su marido había descubierto un mar de deudas ocultas que obligaron su éxodo de la ciudad a casa de sus padres. Lo único que quedó del matrimonio era Alba, una adolescente a las puertas de la mayoría de edad fruto del anterior matrimonio del difunto. Adora era la única familia que le había quedado y Valdemorales se convirtió en su nuevo hogar.
•- Madre ya estoy aquí - Adora traspasaba la puerta de la cocina con la compra a cuestas - ¿Dónde está la niña?
•- Ha salido con sus amigos.
•- Le habrás dicho que no se acerque al Castilijillo.
•- Ay hija yo no sé, deja a la chiquilla en paz...
•- No madre, esa niña necesita disciplina. Luego me viene con la ropa echa un estropajo y hay que tirarla. Y como podrás comprobar...- se interrumpió un segundo para soltar la pescadilla encima de la mesa - no estamos para eso.
La anciana prosiguió con sus labores sin decir más, sabía que cuando la marea venía brava era mejor dejarla pasar y andar por tierra firme con la boca cerrada. "Vaya cruz", pensó removiendo el estofado.
Sábado, víspera de la Virgen del Rosario.
La plaza empezaba a llenarse. Todo el pueblo bullía en procesión de sillas, banquetas y taburetes mientras Juan ultimaba los últimos detalles del proyector en espera de la noche. Ramón, el maltrecho sereno, organizaba las filas que iban a conformar la improvisada sala de cine y, entre el público, Adora se esforzaba por justificar su asistencia excusándose en la vigilancia de su hija Alba. Por su parte la adolescente, ignoraba la presencia de su madrastra al colocarse con sus amigos una buena cantidad de filas detrás de la suya.
La oscuridad hizo presencia, Juan vertió el primer haz de luz sobre la pantalla y la agitación se fue apagando. "Shhh, que va a empezar".
Durante la proyección, el Linero se sintió un espectador más, siempre se quedaba embelesado con esa película. Ingrid Bergman era, sin dudarlo, la mujer más bella que había visto jamás. Nunca podría olvidar la tristeza que reflejaba su rostro cuando pedía que le tocaran aquello de: "You must remember this, a kiss is just a kiss, a sight is just a sight...".
•- ¡Despierta hombre, que esto se ha parado! - un asistente avivaba al maquinista ensoñador.
•- ¡Oh, perdón! Lo arreglo enseguida - dijo muerto de vergüenza. "Maldito trasto" se quejó.
Juan reparó la avería tan rápido como pudo y volvió a llenar Valdemorales de celuloide en blanco y negro.
•- Parece que no se te da mal esto.
El Linero quedó mudo al ver quien estaba hablando a su derecha. Reconoció rápidamente en la imagen de su interlocutor a uno de los jóvenes camareros del Rick´s de Casablanca. Se frotó los ojos para cerciorarse de no estar alucinando. Era imposible, tenía ante sí a un personaje de película.
•- No te quedes así que me vas a asustar...
•- Pero...no entiendo cómo - Juan intentó articular palabra pero su mente no conseguía razonar con claridad.
•- Lo sé, yo tampoco. Hace tan sólo un instante estaba tan tranquilo sirviendo copas y ahora mírame... - el personaje reparó entonces en algo - ¡Vaya! ¡Mírame! ¡Soy de color!
•- ¡Shhhh! - le reprobaron desde una de las últimas filas.
•- ¡Calla hombre! Y ven conmigo - el Linero tiró de su brazo para sacar de la plaza al camarero que no dejaba de mirarse sorprendido - Ahora me vas a explicar de que va todo esto.
•- ¿No te parece increíble? Siempre os veía desde ahí dentro y os envidiaba por la cantidad de colores que tenéis. De donde yo vengo somos todos grises...y eso es tan triste.
Entonces Juan reparó en la planta de aquel individuo. Un tipo bien parecido de ojos negro azabache y cara risueña. Su mirada arrojaba la curiosidad de un niño que se enfrentaba al mundo por primera vez, pero en lugar de poder asimilarlo paulatinamente se topaba con él de sopetón.
•- Bien, vayamos poco a poco - Juan intentaba mantener la calma en medio de todo ese sin sentido - ¿Cómo te llamas?
•- Déjame pensar... Pues la verdad es que no lo sé. Nunca tuvieron que llamarme por mi nombre... ¿Qué tal Rick? Ese engreído siempre se llevaba todas las atenciones. Me gusta Rick, ¿qué te parece?
•- Rick entonces. Me parece bien. Entonces Rick cuéntame: ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
•- Supongo que fue esa canción. Me hizo pensar durante mucho tiempo. Hablaba de cosas que no comprendía, cosas que nunca había vivido...y cuando apareció ella lo vi todo claro...
•- ¿Ella?
•- Sí, mírala, ¿no te parece única?
Rick le indicó con el brazo para que se acercara de nuevo a la plaza y le señaló casi tembloroso. Juan afinó la vista entre los claroscuros intermitentes que provocaba el haz de luz de la cámara y pudo observar que en verdad se refería a una joven bellísima. Juan no lo sabía entonces pero aquella chica de pelo castaño y tez morena respondía al nombre de Alba.
Al volver la vista el camarero había desaparecido, el Linero rotó sobre si mismo buscándole entre la oscuridad pero no tuvo éxito. Tuvo que desistir al reconocer el final de la película y corrió deprisa para cortar el rollo. De pronto lo volvió a ver allí, en medio de la plaza, bailando con Alba, sin más música que el murmullo de la gente observándoles.
Adora apareció en la escena como un vendaval:
•- ¡Alba! ¿Qué estás haciendo?
Rick se separó de la chiquilla asustado, rodeado por el gentío.
•- ¡No estoy haciendo nada malo Adora! - respondió
•- ¡Qué sabrás tú lo que está bien o mal! ¿Y quién es ese? Ya te he dicho que no me gusta que andes con extraños. Vamos a casa - le exigió con el brazo extendido.
•- Ya estoy harta de que me digas lo que tengo que hacer, ¡ni siquiera eres mi madre! - la joven tomó a Rick de la mano y salió huyendo a paso ligero.
La plaza comenzó a vaciarse poco a poco. Adora se mantuvo inmóvil, mirando hacia la silla que Alba había dejado vacía. Rendida se sentó en ella y no se levantó hasta que la última persona se hubo marchado.
Juan recogió su equipo y lo guardó en la furgoneta. Había pensado rehacer camino a casa esa misma noche pero las emociones habían sido muchas y el día demasiado largo. "Mañana será otro día", y se tumbó en el interior del vehículo.
Unos golpes en la puerta le despertaron mediada la madrugada. Era Alba envuelta en lágrimas, incapaz de articular palabra.
•- ¿Qué ocurre? - no obtuvo respuesta y al ver que se perdía en el balbuceo le insistió - ¿Es Rick?
Ella sólo pudo asentir con la cabeza.
•- Llévame - le dijo agarrando la chaqueta.
La chica le condujo a través de los caminos que ascendían hasta la antigua ciudadela del Castilijillo y en aquel lugar, entre las rocas centenarias, le vio tumbado en el suelo, casi inerte. El Linero se arrodilló y le puso la cabeza sobre sus piernas.
•- ¿Qué me está pasando?- preguntó confuso
•- No lo sé amigo, quizás nunca debiste salir de donde viniste. Puede que pertenezcas a otro mundo y no debas estar aquí.
Juan notó mientras hablaba que Rick había vuelto a decolorarse oscureciéndose cada vez más.
•- No conozco mucho de nada, pero si hay algo que sé, es que cada uno cada uno decide cuál es su lugar en el mundo. No me arrepiento amigo, no me arrepiento.
Entonces Rick miró hacia Alba y le regaló una sonrisa sincera. Después se esfumó sin más, como el polvo del camino, como Ingrid Bergman en Casablanca, como las grandes estrellas de cine.
- Vamos, te acompaño a casa - dijo el Linero abrazando a la estremecida joven.
Domingo, día de la Virgen del Rosario
Juan arrancó el coche nada más amanecer. No había podido dormir la noche anterior. Tras dejar a Alba en su casa había vuelto de nuevo a la fortaleza para enterrar, allí donde Rick desapareciera, el rollo de cinta de la película de la que provino. Quizá esperando algún regreso, quizá sólo en honor a la memoria.
En su salida se encontró con Ramón que ya acababa su jornada noctámbula.
•- Buenos días - le dijo el Linero frenando la marcha.
•- Buenos días señor, ¿no se queda a la subasta el piñonate?
•- Tendrá que ser en otra ocasión, se me hace tarde y tengo asuntos que resolver.
•- Como usted quiera, esperamos volver a verle pronto por aquí - el sereno le estrechó la mano y siguió su renqueante camino.
El joven Juan continuó el suyo. Él, al igual que Rick, tenía también la sensación de no conocer mucho de nada pero había algo que también sabía de cierto, algo que aprendió del camarero y su estancia en Valdemorales. Y es que hay luchar con todas tus fuerzas por lo que realmente quieres. El Linero sabía lo que quería, se llamaba Angelita y vivía en Zarza de Montánchez.
Alex Sanz Grados